
Si me hubieran dicho hace unos años que acabaría dedicándome a esto, no lo habría creído. Pero, si miro atrás, en realidad Blankspot siempre ha estado ahí, incluso cuando ni siquiera tenía nombre.
Cada verano, en el pueblo donde veraneaba, se organizaba un mercadillo para que los niños vendieran lo que quisieran. Mientras otros llevaban bizcochos o juguetes que tenían por casa, yo preparaba accesorios durante todo el verano para llegar al mercadillo con mi mesa llena de creaciones. Ahí, sin saberlo, nació Blankspot.
Años después, durante la cuarentena, redescubrí mi pasión. Me hice unos pendientes sin pensarlo mucho y, de repente, sentí la misma emoción de cuando era niña. Empecé a hacer más para mí, para mis hermanas, para mis amigas… y todas me decían lo mismo: 'Tienes que venderlos'.
Así que le di vueltas, pensé un nombre, creé una colección, quedé con amigas para hacer fotos y lancé la cuenta de Instagram. Un año después, creé la web, y Blankspot empezó a viajar por toda España.
Durante la universidad fue una montaña rusa. Había meses en los que le dedicaba todo mi tiempo y otros en los que apenas podía tocarlo. Pero nunca lo abandoné. Hasta que, en junio de 2024, me gradué y llegó la gran pregunta: "¿Y ahora qué?" No me veía en otro trabajo que no fuera este, así que aposté por mi sueño.